sábado, 29 de octubre de 2011

Reparado mejor que nuevo

La escuela de maña

Un alumno escudriña en el interior de un reproductor de música. | Jordi Soteras
Un alumno escudriña en el interior de un reproductor de música. | Jordi Soteras
  • Un pionero programa ofrece nociones gratuitas para reparar cualquier aparato
  • Nace con el objetivo de frenar la generación desmesurada de residuos
  • El ahorro se revela como otro de los beneficios derivados en época de carestía
Tracen la escena. José y sus 71 años entran en una tienda de electrodomésticos con ese DVD que dejó de funcionar y esperanzas de evitar que acabe al pie de un contenedor. El anhelo es infundado y el vendedor le aconseja que lo mejor es sustituirlo: adquirir otro y engrosar la chatarra electrónica de algún vertedero. Ahora borren lo esbozado, pues tan común como ficticia es esta estampa. No porque José y su edad no existan, tampoco por su reproductor de imagen, sino porque éste todavía no es un amasijo de circuitos y porque fueron las propias manos del septuagenario las que lo resucitaron. Las guiaron las de Pere, mucho más duchas en escarbar entre cables, lectores y chips y en aleccionar a otras en una escuela de maña y diestros única y afincada en Barcelona.
Su lema es 'Reparado mejor que nuevo' y su cometido convencer a quien quiera dejarse aconsejar de que la vida útil de lo que le rodea es mayor de lo que cree y de que alargarla resulta más económico y sencillo de lo que nunca imaginó. La iniciativa, en realidad un programa de reducción de residuos del Área Metropolitana de Barcelona, ofrece nociones para resarcir de los efectos del tiempo a aparatos domésticos tales como el DVD de José, cualquier mueble, una televisión, una tostadora o una aspiradora. También dota de conocimientos al alumno para perderle el pavor a hacer una regata, poner un enchufe o arreglar la cisterna del retrete por uno mismo. Lo hace, además, de forma gratuita, a través de talleres de formación o espacios de asesoramiento abiertos, a los que los usuarios pueden acudir con el trasto para el que no hallen solución. En uno de ellos, José, envalentonado, también devolvió la voz a una radio supuestamente afónica para los restos.
Como él, unas 2.500 personas se han beneficiado de este desconocido proyecto, pionero y sin gemelo en el resto de España, que empezó a funcionar en 2009 después de que la Entidad Metropolitana de Tratamiento de Residuos constatase un incremento insostenible de desperdicios acumulados. Actualmente, unas 500 personas de media acuden cada mes. "Hasta ahora parecía muy fácil comprar muchos objetos y que después desapareciesen, pero no es así. No dejamos de comprar de cualquier parte del mundo, pero los residuos se quedan aquí. Había que poner un obturador y por eso tratamos de ofrecer una alternativa", clarifica Albert Torras, director del servicio.
Quien responde al reclamo de este taller de reparación popular no lo hace, sin embargo, únicamente movido por una conciencia ecologista. El ahorro en época de carestía espolea a parte importante de los participantes. Cuenta Pere, el profesor de electrónica, que el perfil es heterogéneo y lo compone desde gente joven que se emancipa y trata de evitar comprar todo lo que acogerán sus nuevas paredes a jubiladosque desconocen cómo funcionan las cosas más básicas o parados. El incremento de público desde el inicio de la crisis económica es difícil de calibrar, puesto que la puesta en marcha coincidió con la llegada de la misma, pero el técnico asegura haber detectado un aumento en los últimos meses.

'¿Por qué pagar 60 euros si lo puedes arreglar tú?'

Al taller que hoy imparte acude uno de esos cuatro millones de desocupados. Montse, una administrativa de 42 años, que ya se ha aprovechado de los conocimientos de su maestro para reparar un ordenador que daba por perdido. "Para mí ahora es muy válido poder dedicar el tiempo a algo útil. Además, para los que tenemos menos recursos es una ventaja. Por qué pagar 60 euros si se te estropea un enchufe si lo puedes arreglar tú", se pregunta. No es su objetivo el de hacer de lo aquí asimilado una salida laboral pero, aunque el programa no concede ningún título oficial, Pere asegura que sabe de antiguos alumnos sin trabajo que "llegaron, aprendieron a soldar y hoy se sacan un dinero haciendo sus apaños por ahí".
Lo propio se puede conseguir con la costura, la carpintería y el bricolaje, las otras tres especialidades de los talleres impartidos. También existe uno específico para la reparación de bicicletas, que cuenta con notable acogida en ésta, la ciudad del Bicing. La versión virtual de la instrucción es también posible a través de un canal propio de 'You Tube', con respuestas prácticas a los dilemas más usuales.
La multiplicación de manitas engendrados en este bajo rebosante de cacharros de la calle Sepúlveda no ha soliviantado a los profesionales que hacen de las pequeñas reparaciones su modo de sustento. En parte, porque la juventud del programa no lo convierte en una amenaza todavía real y, por otra, porque la Entidad Metropolitana se ha encargado de compensarles con un proyecto paralelo: 'Mejor que nuevo, 100% viejo', en el que actúa de intermediaria entre el usuario y las tiendas de reparación y segunda mano para solventar las averías de mayor importancia o encontrar una alternativa al aparato estropeado a un menor precio. Hay casi 2.000 establecimientos adheridos.

Las trabas de las grandes marcas

Las trabas llegan, contrariamente, de los más pudientes, de las grandes marcas. Según Pere, es un "gran problema" encontrar recambios. "Sólo miran el beneficio y les sale más a cuenta venderte un modelo nuevo, que ofrecerte un recambio", esgrime y denuncia que "lo que hacen mucho es que si no le llevas a reparar a ellos el aparato, no te venden piezas para poder arreglarlo por tí mismo".
Con todo, el técnico comparte la culpa con un consumidor más fiel que nunca a su designación. "Antes comprabas una cosa y hasta los tres años no salía una nueva versión. Ahora la compras en enero y en mayo tienes otra mejorada y dices: 'excusa perfecta', me compro la nueva". José, hoy de nuevo alumno, alumbra: "Somos animales de costumbres y nos acostumbran a consumir. Pero ni siquiera sabemos qué hacer con nuestras manos".
La mesa de trabajo ya ha desaparecido bajo carcasas de teléfonos móviles y MP3 dispuestos a sacrificarse en pro del aprendizaje. Encarna, de 65 años, que se arrancó con la costura antes de atreverse con las nuevas tecnologías, y presume de poder convertir un pantalón raído en una falda, descubre ahora cómo ese mando a distancia que ya no obedece orden alguna sólo requiere una sencilla revisión. "Cuántas veces os han dicho en la tienda: 'cambia las pilas'. Pues no son las pilas, nunca son las pilas y nunca serán las pilas; será que está oxidado y jamás hará contacto. Sólo hay que limpiarlo, así, y volverá a funcionar", instruye Pere y el pasmo se instala en los rostros de estos mañosos en ciernes.

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