¿Podremos seguir mucho más así?
En España tenemos huella ecológica equivalente a 7 manos por persona
“Se necesitan tres Españas y media para mantener el país”
Los seres humanos consumen una Tierra y media, pero hay países como España que gastan mucho más. Son algunos de los datos que aporta Mathis Wackernagel (Suiza, 1962), uno de los fundadores del famoso concepto “huella ecológica”. Por este trabajo, que alerta sobre la sobreexplotación de los recursos naturales, Wackernagel ha recibido varios premios internacionales de prestigio. El más reciente es el “Zayed Prize for the Environment”, que acaba de recoger en Dubai (Emiratos Árabes Unidos, EAU), curiosamente, el país que en la actualidad registra la huella ecológica más alta del mundo.
ENVIADO POR: MATHIS WACKERNAGEL – CREADOR DEL CONCEPTO “HUELLA ECOLÓGICA”
¿Cuáles son los últimos datos sobre huella ecológica mundial?
Las consecuencias son la deforestación, la sobreexplotación de los suelos y el agua, las emisiones cada vez mayores de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, etc.
¿Qué países tienen la mayor huella?
En la actualidad, el país con la mayor huella ecológica por persona son los Emiratos Árabes Unidos, con 10,7 hectáreas. Pero también hay otros países con una huella muy elevada, como Qatar, con 10,5, Dinamarca, con 8,3, Estados Unidos y Bélgica, con 8, etc.
¿Y la huella ecológica de España?
Asciende a 5,4 hectáreas de uso por persona y la biocapacidad, a 1,6: se necesitan unas tres Españas y media para mantener el país. Junto con Grecia, Italia y Portugal, forma un grupo de países con una tendencia de consumo de recursos muy rápida en los últimos quince o veinte años. En los años sesenta se podía crecer porque parecía que había muchos recursos, pero ahora son cada vez más escasos y caros. En Italia ya se ve que el poder adquisitivo por persona es cada vez menor.
¿A qué se debe esa huella tan elevada?
Son países que compran productos que requieren muchos recursos. Algunos de ellos tienen petróleo muy barato y lo consumen en grandes cantidades. Dubai, de donde acabo de llegar, es muy bonito y la temperatura ahora es muy agradable, pero en verano es insoportable y tienen que gastar muchos recursos en climatización. Además ha crecido de forma muy rápida y su eficiencia energética es baja. Tienen un problema doble. Por una parte, cuesta mucho mantenerla y la energía es cada vez más cara. Por otra parte, cuando el precio de la energía sube, el valor de las infraestructuras que han construido baja. Pagan más por los recursos y pierden valor.
Sin embargo, en Abu Dabi, la capital de EAU, han apostado por la ciudad ecológica de Masdar.
Sí, tienen una cuestión interesante, y es que están abiertos al cambio. Se han dado cuenta de que el futuro lo será sin sin petróleo y piensan cómo tienen que actuar.
¿Hay algún dato que le llame la atención cuando analiza la huella de los países?
Costa Rica tiene fama de ser ecológica, y es verdad, hace muchos esfuerzos de conservación. Pero no son suficientes, porque su déficit ecológico es cada vez mayor. Entre las razones principales figura su crecimiento demográfico bastante importante.
La catástrofe nuclear de Japón ha reabierto el debate sobre esta fuente de energía en todo el mundo. ¿Necesitamos más centrales o hay otras alternativas?
La huella ecológica no es un buen instrumento para responder a esta pregunta. En el caso de la energía nuclear hay que analizar los costes económicos a largo plazo, la construcción y el mantenimiento de las centrales, la conservación de los residuos durante muchos años, el riesgo real para la salud o la proliferación militar. Sus defensores quieren más centrales, pero no en Irán, y demuestran así una contradicción interna. No obstante, el problema mayor es el de la energía en su conjunto.
¿A qué se refiere?
En la actualidad la fuente principal de energía es de origen fósil. Este hecho repercute en las emisiones de gases de efecto invernadero, que están muy por encima de lo deseable en la lucha contra el cambio climático. Si fuéramos honestos, tendríamos que haber dejado de consumir combustibles fósiles hace unas décadas. Por su parte, las energías renovables no son capaces de cubrir el gasto energético, cada vez mayor.
¿Qué medidas se deberían tomar para no seguir en deuda con el planeta?
Puede parecer chocante, pero los países tienen que empezar a mirar por su propio interés, no como ahora. Es como si tuviéramos un buque con una fuga y, en vez de repararlo, nos fijáramos en si los otros buques se reparan o no. Esto es absurdo. Los países tienen que reconocer que es vital empezar a arreglar las cosas. Si en la actualidad los países gastan más de lo que ganan, la solución pasa por gastar menos. El problema es que los países no toman conciencia de que el éxito económico viene por ahí.
¿Es posible vivir bien sin gastar tanto?
Sí. Hay muchas opciones y no hay que esperar a que el buque se hunda. La ciudad italiana de Siena utiliza cuatro veces menos recursos por persona que Houston (EE.UU.). Está pensada para andar y la entrada de coches está prohibida, salvo para sus residentes, la comida es más local y su calidad de vida es mejor. Por lo menos a mí, me gustaría más vivir en Siena que en Houston.
¿Es optimista respecto a la posibilidad de cambiar para mejorar?
Claro, de lo contrario no haría mi trabajo. Pero no es una cuestión de optimismo. Si se construye un puente y se nota que faltan piezas, no se trata de ser optimista, sino de colocar esas piezas, porque si no, se puede caer el puente.
¿Qué pueden hacer los consumidores?
Muchas cosas y, en especial, en las grandes decisiones que afectan a nuestras vidas, como cuando compramos un coche o una casa. Si hacemos una decisión acertada, ganará además valor. La idea sería vivir en una casa que nos evite lo máximo posible el uso del coche y que sea muy eficiente para consumir menos recursos. Otra cuestión importante es el tamaño de la familia, si tenemos muchos hijos gastarán más recursos.
Sin embargo, hay gente que cree que no tiene capacidad de decisión frente a los gobiernos o a las grandes multinacionales.
Todo el mundo dice que son los demás quienes tienen capacidad, hasta el presidente estadounidense. Por eso creo que es importante el interés propio.
¿Qué sistema utiliza para calcular la huella ecológica?
La idea básica es similar a cómo un campesino piensa en la extensión de su finca y su productividad. En Texas miden la superficie de un terreno en función del número de vacas que puede mantener. En nuestro caso, medimos el uso por persona de ecosistemas ecológicamente productivos, incluidas las zonas pesqueras, de promedio en el mundo. Se tiene en cuenta el uso de los recursos de un país en su propio territorio y en el de otros. En Suiza no cultivamos naranjas, pero tomamos zumo que puede provenir de España.
¿Ha cambiado algo su concepto de huella ecológica desde que lo creó?
La idea básica no ha cambiado, pero sí cómo lo calculamos. La metodología es cada vez más refinada. Desde 1997 analizamos la huella por países de forma mucho más sistemática y desde 2004 podemos calcular la evolución de la huella de cada país desde 1961 hasta la actualidad.
Las consecuencias son la deforestación, la sobreexplotación de los suelos y el agua, las emisiones cada vez mayores de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, etc.
¿Qué países tienen la mayor huella?
En la actualidad, el país con la mayor huella ecológica por persona son los Emiratos Árabes Unidos, con 10,7 hectáreas. Pero también hay otros países con una huella muy elevada, como Qatar, con 10,5, Dinamarca, con 8,3, Estados Unidos y Bélgica, con 8, etc.
¿Y la huella ecológica de España?
Asciende a 5,4 hectáreas de uso por persona y la biocapacidad, a 1,6: se necesitan unas tres Españas y media para mantener el país. Junto con Grecia, Italia y Portugal, forma un grupo de países con una tendencia de consumo de recursos muy rápida en los últimos quince o veinte años. En los años sesenta se podía crecer porque parecía que había muchos recursos, pero ahora son cada vez más escasos y caros. En Italia ya se ve que el poder adquisitivo por persona es cada vez menor.
¿A qué se debe esa huella tan elevada?
Son países que compran productos que requieren muchos recursos. Algunos de ellos tienen petróleo muy barato y lo consumen en grandes cantidades. Dubai, de donde acabo de llegar, es muy bonito y la temperatura ahora es muy agradable, pero en verano es insoportable y tienen que gastar muchos recursos en climatización. Además ha crecido de forma muy rápida y su eficiencia energética es baja. Tienen un problema doble. Por una parte, cuesta mucho mantenerla y la energía es cada vez más cara. Por otra parte, cuando el precio de la energía sube, el valor de las infraestructuras que han construido baja. Pagan más por los recursos y pierden valor.
Sin embargo, en Abu Dabi, la capital de EAU, han apostado por la ciudad ecológica de Masdar.
Sí, tienen una cuestión interesante, y es que están abiertos al cambio. Se han dado cuenta de que el futuro lo será sin sin petróleo y piensan cómo tienen que actuar.
¿Hay algún dato que le llame la atención cuando analiza la huella de los países?
Costa Rica tiene fama de ser ecológica, y es verdad, hace muchos esfuerzos de conservación. Pero no son suficientes, porque su déficit ecológico es cada vez mayor. Entre las razones principales figura su crecimiento demográfico bastante importante.
La catástrofe nuclear de Japón ha reabierto el debate sobre esta fuente de energía en todo el mundo. ¿Necesitamos más centrales o hay otras alternativas?
La huella ecológica no es un buen instrumento para responder a esta pregunta. En el caso de la energía nuclear hay que analizar los costes económicos a largo plazo, la construcción y el mantenimiento de las centrales, la conservación de los residuos durante muchos años, el riesgo real para la salud o la proliferación militar. Sus defensores quieren más centrales, pero no en Irán, y demuestran así una contradicción interna. No obstante, el problema mayor es el de la energía en su conjunto.
¿A qué se refiere?
En la actualidad la fuente principal de energía es de origen fósil. Este hecho repercute en las emisiones de gases de efecto invernadero, que están muy por encima de lo deseable en la lucha contra el cambio climático. Si fuéramos honestos, tendríamos que haber dejado de consumir combustibles fósiles hace unas décadas. Por su parte, las energías renovables no son capaces de cubrir el gasto energético, cada vez mayor.
¿Qué medidas se deberían tomar para no seguir en deuda con el planeta?
Puede parecer chocante, pero los países tienen que empezar a mirar por su propio interés, no como ahora. Es como si tuviéramos un buque con una fuga y, en vez de repararlo, nos fijáramos en si los otros buques se reparan o no. Esto es absurdo. Los países tienen que reconocer que es vital empezar a arreglar las cosas. Si en la actualidad los países gastan más de lo que ganan, la solución pasa por gastar menos. El problema es que los países no toman conciencia de que el éxito económico viene por ahí.
¿Es posible vivir bien sin gastar tanto?
Sí. Hay muchas opciones y no hay que esperar a que el buque se hunda. La ciudad italiana de Siena utiliza cuatro veces menos recursos por persona que Houston (EE.UU.). Está pensada para andar y la entrada de coches está prohibida, salvo para sus residentes, la comida es más local y su calidad de vida es mejor. Por lo menos a mí, me gustaría más vivir en Siena que en Houston.
¿Es optimista respecto a la posibilidad de cambiar para mejorar?
Claro, de lo contrario no haría mi trabajo. Pero no es una cuestión de optimismo. Si se construye un puente y se nota que faltan piezas, no se trata de ser optimista, sino de colocar esas piezas, porque si no, se puede caer el puente.
¿Qué pueden hacer los consumidores?
Muchas cosas y, en especial, en las grandes decisiones que afectan a nuestras vidas, como cuando compramos un coche o una casa. Si hacemos una decisión acertada, ganará además valor. La idea sería vivir en una casa que nos evite lo máximo posible el uso del coche y que sea muy eficiente para consumir menos recursos. Otra cuestión importante es el tamaño de la familia, si tenemos muchos hijos gastarán más recursos.
Sin embargo, hay gente que cree que no tiene capacidad de decisión frente a los gobiernos o a las grandes multinacionales.
Todo el mundo dice que son los demás quienes tienen capacidad, hasta el presidente estadounidense. Por eso creo que es importante el interés propio.
¿Qué sistema utiliza para calcular la huella ecológica?
La idea básica es similar a cómo un campesino piensa en la extensión de su finca y su productividad. En Texas miden la superficie de un terreno en función del número de vacas que puede mantener. En nuestro caso, medimos el uso por persona de ecosistemas ecológicamente productivos, incluidas las zonas pesqueras, de promedio en el mundo. Se tiene en cuenta el uso de los recursos de un país en su propio territorio y en el de otros. En Suiza no cultivamos naranjas, pero tomamos zumo que puede provenir de España.
¿Ha cambiado algo su concepto de huella ecológica desde que lo creó?
La idea básica no ha cambiado, pero sí cómo lo calculamos. La metodología es cada vez más refinada. Desde 1997 analizamos la huella por países de forma mucho más sistemática y desde 2004 podemos calcular la evolución de la huella de cada país desde 1961 hasta la actualidad.
Perfil biográfico de Mathis Wackernagel
Mathis Wackernagel (Suiza, 1962) es en la actualidad presidente de la Global Footprint Network, un “think tank” internacional sin ánimo de lucro centrado en el desarrollo y la promoción de indicadores de sostenibilidad con sede en Oakland (California), Bruselas (Bélgica) y Zurich (Suiza). Después de obtener un título en ingeniería mecánica en el Instituto Federal Suizo de Tecnología, completó su doctorado en planificación regional y comunitaria en la Universidad de British Columbia en Vancouver (Canadá), en 1994. Allí creó, junto con el profesor William Rees, el concepto de huella ecológica.
Wackernagel dirigió después, desde 1995 a 2001, el Centro de Estudios de Sostenibilidad en México y, desde 1999 hasta 2003, el Programa de Sostenibilidad de la organización Redefining Progress, en Oakland. En 2004 fue también profesor adjunto de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU.), en 2010 se le nombró Profesor Visitante en la Universidad de Cornell (EE.UU.) y en 2007, doctor honoris causa por la Universidad de Berna (Suiza).
Por su trabajo ha recibido diversos premios: en 2005 el “Herman Daly” Premio de la Sociedad de EE.UU. para la Economía Ecológica, en 2006 el Premio Internacional de la organización WWF al Mérito en Conservación, en 2007, junto con Susan Burns, el Premio Skoll al espíritu empresarial social de la Fundación Skoll, y en 2008, como parte de Global Footprint Network, el Premio Internacional de la Fundación Calouste Gulbenkian, dedicado al respeto de la diversidad biológica y la defensa del medio ambiente en la relación del hombre con la naturaleza.
Wackernagel dirigió después, desde 1995 a 2001, el Centro de Estudios de Sostenibilidad en México y, desde 1999 hasta 2003, el Programa de Sostenibilidad de la organización Redefining Progress, en Oakland. En 2004 fue también profesor adjunto de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU.), en 2010 se le nombró Profesor Visitante en la Universidad de Cornell (EE.UU.) y en 2007, doctor honoris causa por la Universidad de Berna (Suiza).
Por su trabajo ha recibido diversos premios: en 2005 el “Herman Daly” Premio de la Sociedad de EE.UU. para la Economía Ecológica, en 2006 el Premio Internacional de la organización WWF al Mérito en Conservación, en 2007, junto con Susan Burns, el Premio Skoll al espíritu empresarial social de la Fundación Skoll, y en 2008, como parte de Global Footprint Network, el Premio Internacional de la Fundación Calouste Gulbenkian, dedicado al respeto de la diversidad biológica y la defensa del medio ambiente en la relación del hombre con la naturaleza.
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